
Encuentro
Las rayas intermitentes pintadas sobre el asfalto, transcurren por el centro de la carretera con la carencia del paso de los segundos.
El aire fresco intenta penetrar por las ventanillas entreabiertas, luchando contra el humo del cigarrillo que busca una salida al exterior mientras se van sucediendo los pueblos de dos en dos.
En la mente, transcurren multitud de imágenes mezcladas a lo largo de treinta años. Intenta poner las ideas en orden pero le resulta muy difícil. La vida es un montón de experiencias encontradas. Lo que durante años fue una ilusión juvenil, se transforma en unas horas en una mezcla de pasión, amargura y expectación incomprensibles. La historia los separó y la historia hoy los vuelve a juntar cuando ya no hay vuelta atrás. Ahora que están atados de pies y manos se vuelven a juntar para preguntarse mutuamente: ¿Qué va a pasar ahora?
No hay respuesta. Solo decidirá el destino caprichoso.
Mientras tanto, los ojos fijos en el final de cada curva.
Ella esperando el momento del encuentro.
Hora y media rodando a toda velocidad le lleva al final de su destino. Sale de la autopista al mismo tiempo que Ella va aparcando en la gasolinera del pueblo donde han concertado su cita.
La misma música sonando en ambos coches.
La misma inquietud de siempre, cuando todos los años se veían por primera vez al comienzo del verano.
Bajan de los coches deprisa, cerrando deprisa las puertas y aguzando sus sentidos para impregnarse de sus tímidas miradas.
De su olor.
De su ternura.
De su cariño.
De su amor.
La sonrisa amplia le recuerda a Amanda.
El sol en su pelo suave, negro y ligero.
Y su agradable estribillo al saludarle, sin apenas un beso disimulado.
El corazón pasa en segundos de estallar, hasta el reposo más absoluto. Solo el mantenerse las miradas les aporta el sosiego que necesitan.
Un saludo escueto es suficiente como bienvenida.
__ ¡Holaaa...! ¿Qué?
__Nada...
Juntos comienzan paseando sin destino por los alrededores del pueblo amurallado. Él, las manos en los bolsillos; Ella, sujetando su bolso en bandolera mientras se van rozando suavemente los brazos a cada paso.
Se miran, sin hablar, mientras callejean entre los muros de adobe deshechos.
Reconocen el sentido de esas sonrisas desde hace muchos años.
Transcurren por la pradera verde donde algunos paisanos toman un vino alrededor de las mesas de piedra. Las miradas como siempre buscándose inquietas entre el verde rabioso del césped que crece espontáneamente.
No necesitan hablar.
Solo sus miradas rebosan de palabras que nunca encontrarían para expresar lo que sienten. Siguen paseando a lo largo de las murallas intentando huir de la realidad que les asfixia.
Pero no pueden.
Lo real y lo virtual se mezcla en una amalgama inquietante. Permanecen unidas sus miradas preguntándose si esto es real, o es un sueño, o... una pesadilla.
__ ¿Quieres que nos sentemos...?
El banco labrado sobre un viejo tronco carcomido les sirve para dirigir sus miradas hacia el horizonte donde los últimos rayos del sol juguetean con las nubes deshilachadas y rojizas. Aquellos atardeceres que fueron testigos tantas veces de sus miradas, de sus besos, de su pasión juvenil durante aquellos años. Aquellos atardeceres que día tras día fueron cómplices de su amor imposible.
Hoy, después de tantos años, sigue siendo un amor tan imposible como antaño, ahogado en secreto por responsabilidades y compromisos que les ha ido estrangulando poco a poco hasta dejarlos ya casi sin aire.
Aire templado que al final de la tarde les acaricia suavemente aportándoles una ansiada tranquilidad.
El sol sigue escondiéndose despacio entre algunas nubes coloreadas. Se diría que no quiere perderse estos momentos.
Al cabo de un profundo suspiro las manos se encuentran entrelazando los dedos para siempre.
__No me creo que estemos aquí juntos.
__Yo tampoco.
Vuelven a cruzarse las miradas pero esta vez no es suficiente. Van cerrando los ojos cuando unen sus labios lentamente mientras el sol, ruborizado, termina por esconderse satisfecho. ¡Tantas veces iluminó esos momentos...!
Las luces de las murallas medievales le toman el relevo y comienzan a iluminar tenuemente el paseo colgado frente al valle salpicado de sabinas y bogs.
Tienen tantas cosas de que hablar que no saben por donde empezar. Solo rememoran una y otra vez los momentos agridulces que pasaron en su juventud.
__Me hiciste sufrir mucho.
__Lo sé, y lo siento.
Va oscureciendo rápidamente mientras siguen unidos en un abrazo solo interrumpido por montones de besos y caricias, de una ternura tal que no lo recordaban desde hacía muchos años.
Les faltan manos para acariciarse cuando dan las diez de la noche. Miran de reojo sus relojes y son conscientes de que está terminando este momento de pasión.
Llega el momento del adiós.
Llega el momento del dolor.
Parece que no se pueden despegar. Lo intenta cada uno pero el otro lo abraza con más firmeza cada momento.
Las gargantas tan sumamente doloridas que no pueden emitir una sola palabra.
Los ojos al rojo vivo imploran que no termine la noche. Si esto es un sueño no quieren despertar jamás.
Al cabo de unos minutos eternos las manos sudorosas van separándose poco a poco.
Solo les quedan unas pocas palabras...
__ ¿Cuando volveré a verte…?
__Pronto, espero...
__ ¿Sin planes?
__Sin planes.
Las luces rojas de su coche van haciéndose más y más pequeñas a medida que se aleja por la carretera. El silencio y la oscuridad se van adueñando del momento como profetas de un futuro incierto.
La esperanza luchando siempre por imponerse.
“Lo mejor está siempre por llegar”
“Albedo”
Madrid, 27 de septiembre de 2005
Escrito durante el Seminario de Telecomunicaciones organizado por IDC España en el Hotel Palace de Madrid.
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